CUIDEMOS LA COMUNIDAD
¿Qué es la comunidad?
Es, o debería ser la casa común, la casa grande que albergue a todos en
un ambiente de solidaridad, de encuentro, de regocijo, sin resentimientos ni
acciones discordantes.
Y sí, la comunidad, es la casa grande que debe sostener y dar cobijo a
las familias que se encuentran bajo su protección.
Debe tener los mismos objetivos, más amplios que la familia, y luchar
para que ésta perdure en su integridad.
Por ello lo primero es fortalecer la familia, esa comunidad le debe dar
la posibilidad de educación, de salud, de trabajo para que pueda, esa familia,
por si misma elegir su destino, resolver sus problemas y determinar sus
prioridades en función de sus legítimos anhelos.
Cuando la familia se desempeña con criterio, la comunidad seguirá el
mismo derrotero, pues la familia es el sostén y cimiento de la misma.
Dicho esto, cuando surgen luces de alarma porque se rompe la trama
social, no se debe permitir que las mismas se agiganten, que crezcan y siembren
el caos.
Se debe actuar, se debe corregir, se debe defender lo que con tanto
esfuerzo se fue consiguiendo lenta pero firmemente durante décadas llenas de
convivencia y respeto.
En este punto es imprescindible el accionar de quienes dirigen
políticamente los destinos de la comunidad.
Pero esto, cada día es más sombrío.
Cuando la decadencia se apodera de la razón, intereses espurios florecen
por doquier, y quienes fueron elegidos para fortalecer la trama se rinden a
intereses mezquinos, o lo que es peor se dejan seducir por las luces brillantes
de los que vienen de más arriba, y al final, de los que vienen de afuera
ofreciendo a precios de oferta, esas doctrinas que nos someten y nos condenan.
Y ahí si, los que navegan en las aguas contaminadas se sienten a sus
anchas sacando pecho y profundizando la ruptura de lo que antes fue una
comunidad llena de virtudes.
Muchos de los actores de estos tiempos, en su lucha desfallecen ante la
soledad y la lucha infructuosa, y ceden en su esfuerzo y abandonan sus
ilusiones.
Los que ya estamos lejos del hacer y tenemos el regocijo del contemplar,
el escepticismo nos inunda el alma, despreciamos el viaje en el Titanic vagando
en las aguas turbias del individualismo pérfido, y presurosamente intentamos
obtener un pase, si nos acepta, en el lugar
del encuentro soñado, el Arca de Noé.
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