IMAGINAR ES AMAR


 

“el ser humano necesita imaginar aquello que ama”

Juan Manuel de Prada



Cuando el dolor, la pérdida de seres queridos agobia y atormenta el alma, siempre existen sustitutos para mitigar la angustia.

Un retrato, una foto en la mesa de luz que cobija tus sueños, o en la billetera que abres a diario cuando haces las compras necesarias para sobrellevar los sueños perdidos, te remontan a tiempos felices, los cuales te alegran la vida y los compartes con tu alma.

La foto, al contemplarla en silencio, no hace más que intensificar el amor, que, aunque limitado por la ausencia, emerge a cada instante con una capacidad de seducción inimaginable para quien no disfruta de la presencia que tantos años lo acompañó.

Como lo describe sabiamente De Prada “el retrato nos sirve para que nuestro amor por las personas retratadas sea más intenso, porque contemplándolo las hacemos más presentes en nuestra vida”.

En la foto o el retrato que tomamos en nuestras manos y al cual sujetamos con cariño, lo abrazamos y lo besamos, nos sumerge en el profundo mundo de la imaginación, y de ese mundo brotan a raudales recuerdos, de tiempos pasados, de amores eternos.

Es cierto, hay distintos grados en el amar, la mujer de siempre, los padres, los hermanos, los hijos, los nietos y algunos amigos. Pero en todos ellos hay un denominador común. Son perennes, son para siempre.

El ser humano necesita imaginar aquello que ama, con mayor razón si ya no lo tiene, para así tenerlo presente.

El retrato, para quien ama, conmueve y agiliza la imaginación, y se produce un arraigo maravilloso entre el ser que imagina y la foto que, unidos, movilizan la fe y la esperanza. Y al dejar el retrato en el lugar íntimo de la casa, la imaginación sigue volando sin detenerse, y todo ello hace más placentero este encuentro constante entre la foto y el ser que ama.

Es imprescindible para el ser humano imaginar porque el tiempo, que, si bien es hoy, en este proceso indescriptible se unen en un todo, el ayer, el hoy y el mañana.

Por supuesto es imposible que el imaginar se funda en el amor, si no se ama o no se ha amado.

En este tiempo moderno dos problemas dificultan el planteo de este artículo.

En primer lugar, el amor si existe, es fugaz, pasajero, como dice una canción “el tiempo es enemigo del amor”.

 

“El tiempo es enemigo del amor

lo mata poco a poco

no sabe de mañanas ni de ayer

solo sabe correr”

 

 “El hombre contemporáneo corre. Él nunca se detiene, nunca toma aire, no tiene una meta, no conoce límites, ni, en definitiva, tiene otro objetivo que correr. Creía en el mito del progreso lineal”.

En ese correr desenfrenado nunca mira atrás, siempre mira adelante sin ver. Solo avanza, corre, y lo que queda atrás carece de valor.

Y al final del camino, cuando ya correr es imposible, cuando avizoras tantos objetivos incumplidos, viene la soledad.

No la soledad del que ama, del que imagina y ama, sino la soledad del que corrió sin ton ni son y ahí viene el deseo, la necesidad de reencontrarse con el pasado, no para tratar de imaginar y amar, sino que, renovado físicamente, pueda volver a correr como antes.

¡Pero ya es imposible!

Si detienes la marcha, dejas de correr por un instante, abres el baúl de las cosas inútiles del pasado y encuentras una foto, tómala entre tus manos, háblale, pregúntale, y veraz que fundido en la imaginación te reencontrarás con el camino del amor.   

                                                                                               POR TI Y PARA TI, BLAS Y CRISTINA

                                                                                                           HASTA EL REENCUENTRO

 

  


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